Había en el cielo
un grupo de ángeles que no podían oír.
Mientras los otros ángeles
estaban en sus clases de arpa y laúd, sus instrumentos preferidos, ellos se
habían sentado todos juntos en una nubecita rosada. "¿Qué podemos
hacer?" -pensaban-. "Nuestros compañeros entonan bellísimas melodías
para alabar al Creador, y tocan instrumentos que deleitan sus oídos. ¿Cómo
podemos hacer nosotros para mostrarle nuestro amor?". Debajo de la
nubecita rosada sobre la que estaban sentados, había un jardín. Los angelitos
sordos se sentían tristes, y las flores de aquel jardín comenzaron a
marchitarse. Uno de ellos se dio cuenta de lo que estaba pasando, y señaló con
su dedito hacia abajo. Los otros se miraron, y comenzaron a cambiar sus
pensamientos. Se concentraron todos juntos en el Amor de Dios, y al cabo de un
rato vieron que en el jardín habían brotado hermosas flores de brillantes
colores. "¡Qué maravilla!" -pensaron-. "Juntemos algunas flores,
y vayamos a visitar a Dios". Los angelitos, muy contentos, fueron hasta el
trono del Señor. El ángel Guardián del Trono los recibió, y les preguntó:
"¿Qué desean?". Los angelitos sordos llevaban canastas repletas de
flores. El ángel Guardián comprendió que eran ofrendas para el Creador, y los
dejó pasar. Los angelitos se acercaron y depositaron sus canastas con flores a
los pies del Señor. Dios los miró complacido, y les dijo: "Veo que han
comprendido. ¿De qué servirían todas las melodías que entonan los coros
celestiales, si no existieran las flores que embellecen el mundo? Los
pensamientos de Amor Elevado son capaces de crear las formas más bellas. Si
ustedes seguían tan tristes, se iban a marchitar todas las flores de la Tierra.
Continúen enviando sus pensamientos de amor, y verán las maravillas de la
creación”.
Peregrino: nunca desprecies a
tu hermano por ser diferente a ti, pues todas las criaturas son hermosas y
perfectas a los ojos del Creador, y pueden tener dones que ni siquiera imaginas.
Y cuando te
detengas a contemplar la belleza de una flor, recuerda que un angelito sordo
está enviando a la tierra sus pensamientos de amor.
María Ines Di Pietro